miércoles, 28 de septiembre de 2016

CRONOLOGIA DE LA SALSA




Edicion 501: Cronología de la salsa

SWING

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Eleazar López Contreras

eleazarlopezc9@gmail.com
Eleazar López-Contreras
eleazarlopezc9@gmail.com
La salsa original se cocinó en ese gran melting pot de corrientes que es Nueva York. Esa música, de indiscutibles raíces cubanas, saltó de las calles neoyorquinas a conjuntos y orquestas, las cuales buscaban sonoridades afines con las big bands que se presentaban en el teatro ApoloSWING 2. De modo que esa música cubana, en tiempos en que todavía se bailaban tangos y pasodobles, o se cantaban rancheras, pasó a ser una viva expresión urbana del devenir de esa muchedumbre latina, principalmente conformada por cubanos, puertorriqueños y dominicanos.
La primera orquesta en buscar un sonido moderno en esa ciudad fue Machito y sus Afrocubans, que fue idea de su cuñado Mario Bauzá, quien encargó arreglos con sonidos gruesos y modernos, para ser interpretados por músicos negros y latinos en la percusión. Pero ya había otras muy buenas, hasta que apareció la orquesta de Noro Morales, que era su competencia. Ya terminando la década de los cuarenta aparecieron numerosas salas de baile que exigían orquestas de ese tipo. Así nacieron muchas otras más, como las de Tito Rodríguez y Tito Puente, que se consolidaron a partir de los cincuenta. Las tres orquestas eran los reyes del Palladium, la famosa sala de baile ubicada en Broadway, donde éstas recibieron un impulso definitivo con la aparición del mambo, que fue lo que les permitió a estas orquestas fundir lo cubano con el jazz, pero esto hecho a través de ese ritmo, con sus acentuadas connotaciones del swing, y no a través de otros estilos cubanos como el son y la guajira, que eran tocadas como en Cuba. De ese modo los valores tradicionales del medio musical de los latinos en la ciudad saltaron a un formato más moderno y, por supuesto, universal, lo cual estaba más acorde con la musicalidad de las grandes bandas del swing.
Esa música de “avanzada”, o música al estilo del Palladium, como la llamaba Tito Puente, tomó vuelo en Caracas de manos del pastoreño Phidias Danilo Escalona, cuyo tema en su programa La hora de la salsa, el sabor y el bembé, era Mama güela, un mambo de Tito Rodríguez, que era su orquesta preferida y cuyos discos (sello Tico) radiaba con inusitado entusiasmo. En Venezuela Gráfica, y a través de muchos escritos de contraportada para discos de ese tipo (distribuidos, principalmente, por El Palacio de la Música), a fin de etiquetar ese estilo neoyorquino, se extrapoló la palabra “salsa” del nombre del programa de Phidias para llamarla así. Posteriormente, Phidias abandonó Radiodifusora Venezuela, que era donde tenía su programa y Pablo Guzmán, director de la emisora, le cambió el nombre al programa que pasó a llamarse, simple y llanamente, La hora de la salsa, con Floro Manco en el micrófono, quien ahora hacía hincapié en los discos de Tito Puente (siendo el tema del programa un mambo tocado por esa orquesta). Para contrarrestarlo, Phidias lanzó, desde La Voz de la Patria, La verdadera hora de la salsa.
Phidias había llamado su programa con el más largo (y estrambótico) nombre de La hora de la salsa, el sabor y el bembé, porque el programa de radiaba al mediodía; por tanto, la palabra “salsa” se refería a la comida; “sabor”, al sabor de la música y “bembé” al tipo de música que, por supuesto, no era corriente pues a lo que el público venezolano estaba acostumbrado era al sencillo ritmo de la Billo’s Caracas Boys y orquestas similares. (La música de bembé era ajena al oído criollo y solo la escuchó nombrar cuando Pedro J. Díaz grabó Cayetano baila bembé). Como Phidias estaba “en algo”, según se decía entonces de quien buscaba música más allá de la común y corriente, se encantó cuando aparecieron los discos de Ricardo Ray, a quien le dijo que su música estaba “en la salsa”. Entonces ya la palabra circulaba hasta para describir a la música de Ray Barretto y del Sexteto de Joe Cuba, el cual Phidias promovió con El ratónde Cheo Feliciano. Ahora la música era otra y se alejaba del sonido de las big bands, hasta que, simultáneamente, apareció en escena el Conjunto La Perfecta de Eddie Palmieri, cuyos potentes (dos) trombones definieron el sonido de la salsa en ese entonces. (Los trombones, en lugar de trompetas, ya los había usado Mon Rivera para grabar algunos mambos y sus trabalingüísticas plenas que luego recogieron Los Melódicos, como fue el caso de Gente averigüá).
En los años cuarenta Caracas había disfrutado de la música de muchas orquestas extranjeras, como la Sonora Matancera, conjunto de corte tradicional, desarrollado de los viejos sextetos cubanos, y la salvadoreña Internacional Polío y la neoyorquina de Machito, que trajeron nuevas sonoridades. Machito tocó muchas veces en el viejo Club Casablanca (antes Club Royal y, ahora, Hermandad Gallega); pero fue a partir de los años cincuenta cuando comenzó la importación, en grande, de otras orquestas para los carnavales, lo cual tuvo su apogeo a partir de los sesenta. Mientras que Tito Rodríguez y Tito Puente se presentaban en el Hotel Ávila (“en el Ávila sigue la cosa” en 1964) y en el Tamanaco (en 1963, en el Tamanaco y en el Sheraton, respectivamente), Machito se limitaba a acomodarse en los reducidos espacios de El Duende de Jorge Beltrán, donde su música hacía explotar al local ubicado en el edificio del Cine Altamira. (Beltrán era el ex director y propietario de la Orquesta Los Peniques, que acompañaba a los artistas en el Show de las Doce de Víctor Saume).
Para no dejar dudas de que la música llamada “salsa” tuvo su origen en aquella cultivada en Nueva York por las grandes bandas del Palladium (y otras, en salas como El Caborrojeño, hotel Taft, etc.), debemos recordar que Phidias se impactó con la música de esas orquestas cuando visitó Nueva York en 1961. En ese año, cuando visitó la ciudad para ver una pelea de boxeo (entre Paulo Rossi y Carlos “Morocho” Hernández), aprovechó para darse una pasadita por el Palladium, donde conoció a Tito Rodríguez. En 1962 tenía un programa al mediodía en Radiodifusora Venezuela, llamado La fiesta brava de Cipreses (la esquina donde estaba ubicada la emisora). Después que ese programa salió del aire (inesperadamente) y de Phidias trabajar en varios otros, se le ocurrió hacer uno con la “nueva música”.
Lo que le faltaba era el nombre y, de allí, la estrafalaria denominación del programa. (Se dice que Phidias se inspiró en el comercial de Pampero de “Pásame la salsa” (ideado para competir con el Ketchup Heinz), pero recordemos que esa cuña todavía no había salido al aire, lo cual ocurrió mucho después, en años cercanos a finales de los sesenta o comienzos de los setenta). En todo caso, la palabra “salsa” tomó vuelo, inicialmente para describir esa “nueva música” escuchada por Phidias en el Palladium y, para 1966, apareció el álbum Llegó la salsa, seguido de Salsa y sabor Más salsa, de Federico y su Combo, así llamados en El Palacio de la Música para etiquetar la música de Federico Betancourt quien, más o menos, seguía los pasos trazados por Mon Rivera pero sin su potencia (ni la de Eddie Palmieri). En 1967, en el álbum 12 de la Colección Caracas 400 Años, se definía a la música de la ciudad con dos tendencias: el Este (surf) vs el Oeste (salsa).
En cuanto al mundo, la palabra salsa la terminó de definir la Fania All Stars en los setenta, pero ya su música no era nada nuevo, pues partía de la música básicamente cultivada en el Palladium, sólo que ahora, con pesadas orquestaciones, pero a las que el público les tomó el gusto. De modo que esa “salsa” provino de esas orquestas de los cincuenta-sesenta, pasó por los conjuntos de los sesenta y la redefinió la Fania en los setenta, y fue Phidias que la escuchó en 1961, mientras el autor, que entonces estudiaba en Nueva York, la conoció, así como a sus ejecutantes, en los años cincuenta. Pero fue Izzy Sanabria quien, para etiquetar de algún modo la música latino-neoyorquina que iba a ser objeto de unos premios determinados, por no hallar otro, la llamó “salsa”. Pero eso fue en los setenta. No obstante, cualquier música tropical de hoy día es llamada con ese nombre…

miércoles, 13 de abril de 2016


La huella que Daniel Santos dejó en Cali

 | Autor: 
En 10 fotografías: Daniel Santos y su 'Linda' Luz Dary Pedredín en Cali
Se llama Luz Dary Padredín y Daniel le llevaba casi 38 años. La pareja se casó en Ecuador. Hoy, en los cien años de su natalicio, recordamos al 'Inquieto Anacobero' en sus visitas a la ciudad y sus encuentros con su amor caleño, con quien tuvo dos hijos.
Fotografía: Archivo fotográfico de El País
“Llegó El Jefe”, escuchó el muchacho que gritaron desde el fondo de la sala cuando detrás de la puerta del taxi negro, que recién había apagado su motor, apareció la figura del hombre de rizos caribes y bigotes bien cuidados que tantas veces él había visto    impreso en carátulas de Lp.   
Corría 1964 y ese muchacho, Carlos Molina, vivía con sus hermanos y sus padres en una modesta casa de la Carrera 11. Aquella visita resultaba un asunto de justicia poética: justo allí, en las entrañas del barrio Obrero y sus sórdidas cantinas, había comenzado a  escucharse con devoción en Cali la voz de trueno del tipo que esa tarde llegaba de visita: Daniel Santos.
El puertorriqueño ya era para entonces un hombre atildado. En Cali habían aprendido a escucharlo desde los boleros apretados que grabara con el conjunto de Pedro Flores. Porque ocurría que en esas  cantinas muchos desaguaban el corazón de tantas palabras por decir con canciones como  ‘Esperanza inútil’, donde una flor de desconsuelo “persigue en la soledad”. 
Otros entendían de qué se trataba eso  de que en el juego de la vida “juega el pobre, juega el rico”. Y otros más, presa de los malos amores, se preguntaban entre copas “Señor cartero, ¿no hay nada para mí?”, porque así también lo hacía Santos en su clásica ‘Linda’.
La liturgia era similar  cada vez que ‘Margie’, ‘Virgen de Medianoche’, ‘Perfidia’ y, claro, ‘Despedida’ giraban en las vitrolas. O cuando los más gozones recordaban los tiempos en tiempo de guaracha que la Sonora Matancera ayudó a escribir al son  del Tíbiri Tábara.           
Carlos recuerda con nitidez esos años. Y los evoca, medio siglo después, en la pausa de un recorrido que hace a menudo en otra casa, también del Obrero. La suya. Fue aquí donde fundó lo que le dio por llamar El Museo de la Salsa, un santuario tapizado con cinco mil fotografías de artistas de ese género y otros del Caribe, en varias de las cuales saluda ‘El inquieto anacobero’. 
...Daniel Santos durante un concierto en el Evangelista Mora. Santos empuñando una botella de whisky mientras entona ‘Vive como yo’. Santos afinando un piano minutos antes del concierto con el que celebrará en el Teatro Municipal  los 50 años de la Sonora Matancera. Santos, años 70, durante un concierto del Hotel Aristi. Santos, vestido de camisa vino tinto, sentado a placer en esa casa del Obrero, después de tomarse el cafecito que doña Irma Salas, madre de Carlos, le servía cada vez que la visitaba...
“Es que Daniel quería mucho a Cali”, cuenta Carlos, en otra pausa de ese recorrido en el que enseña, orgulloso, las imágenes que atesora en su museo.
“La primera vez que vino a Colombia fue en el 53 —sigue narrando Carlos—. Llegó a Barranquilla y allá conoció a Armandito, mi hermano, que se había ido para probar suerte como músico. Daniel le tomó cariño y convirtió a mi hermano en su hombre de confianza; le compraba el periódico, los cigarrillos, y con los años hasta le ayudaba a cobrar el dinero de las presentaciones”.
Una década más tarde ocurriría entonces el encuentro aquél. “Llegó el jefe”, gritó la mamá de Carlos, quien esa misma noche, por invitación del ‘Sinatra del bolero’ —como llegaron a llamarlo— fue a parar al Club Latino, en la Calle 8 con  1, uno de los sitios en los que solía presentarse  cuando incluía a  Cali en sus giras por Colombia.
Aquí, durante una presentación  en el Coliseo Evangelista Mora, el 7 de diciembre de 1980.<br>Carlos Molina / Museo de la Salsa de Cali.
Aquí, durante una presentación en el Coliseo Evangelista Mora, el 7 de diciembre de 1980.
Carlos Molina / Museo de la Salsa de Cali.
Otras veces solía vérsele en el Teatro Belalcázar, en la Calle 10 con 21, o en Los Años Locos, templo rumbero que se alzaba contiguo a la clínica Imbanaco. En todos esos lugares el ritual era siempre igual: Daniel Santos pedía que le acondicionaran sobre el escenario una mesita vestida de mantel blanco y sobre ella un vaso  y una botella de whisky  Johnnie Walker.   Solo después de que se empujaba un primer trago largo, comenzaba a cantar. 
Sería en una de esas presentaciones, el 26 de diciembre de 1971, cuando El Jefe conocería a la adolescente caleña que convertiría en su esposa. 
Armando Molina, quien vive hoy en Miami, conserva nítido el recuerdo de esa noche:  Daniel Santos se presentaba en la Caseta Panamericana, por los lados de la Roosevelt con 39, cuando en medio del público advirtió los aplausos  de una jovencita de 16 años, piernas de reina y cabello negrísimo. “Pidió que se la buscara  para que la llevara hasta el camerino. Y con mi hermano Carlos nos fuimos por toda la caseta hasta dar con ella, se llamaba Luz Dary Pedredín y Daniel le llevaba casi 38 años”. 
La muchacha no solo terminaría almorzando con él al otro día; en los meses siguientes caminaría hasta la casa de los Molina, casi a diario, para aguardar por las palabras de amor que le regalaba Santos en sus llamadas  desde Puerto Rico. Y la cosa siguió así hasta que, un año más tarde, se casaron en Ecuador para luego partir desde allí hacia la isla que encendió desde muy joven en El Jefe ese nacionalismo que dejó en canciones como ‘Fuera yankee’: “De aquí son los cuchifritos, la batata y el coquí; los que dicen ¡ay bendito!, esos sí que son de aquí (...) Fuera yankee go home, fuera yankee”.


La relación duraría muy poco. Solo cuatro años. Pero los suficientes como para que los hijos de ese breve matrimonio cultivaran para siempre un gran cariño por el artista. Quien lo cuenta es David. El hermano de Danilú. Ambos nacieron en Puerto Rico, pero tras la separación de sus padres vivieron buena parte de su niñez y adolescencia en Cali.
Era acá donde se veían con su padre. “Casi siempre en el Hotel Intercontinental. Estuvo muy pendiente de nosotros. A veces iba a Cali no necesariamente porque tuviera una presentación”, cuenta David, quien dice lamentar esa versión distorsionada, de hombre mujeriego y bohemio, que se ha construido alrededor del Inquieto Anacobero.    
Cierto o no, quienes lo conocieron en Cali dibujan a un hombre con sus luces y sus sombras. Que lo mismo era elegante y conversador, que malgeniado y conquistador insobornable. Que su corazón era tan dulce como para apadrinar a Jazmeli, la hija de Armando Molina. Pero también tan vanidoso como para dejar botado un concierto solo porque sentía que habían intentado opacarlo. 
Fiel a una de sus canciones, ‘Vive como yo’: ”Yo quiero, cuando me muera, tener la botella en la mano”.<br>Archivo de El País.
Fiel a una de sus canciones, ‘Vive como yo’: ”Yo quiero, cuando me muera, tener la botella en la mano”.
Archivo de El País.
Lo vivió el propio Carlos, el del Museo de la Salsa, una noche en que acompañó a Santos a una presentación en Los Años Locos. “Cuando vio el cartel de la entrada leyó que decía ‘Mano a Mano Orlando Contreras y Daniel Santos’. ¡Imagínese eso! El nombre de Orlando escrito primero que el suyo. Contreras terminó presentándose solo porque Daniel se devolvió para el hotel. Tenía un ego muy grande”.
Poco de eso conocía quizás la Cali guarachera que  adoró  a Daniel Santos y q ue lo acompañó hasta su último concierto en esta ciudad, en 1991, en el Teatro Municipal, acompañado de un bastón que le servía para esconder la incertidumbre de sus pasos. Daniel para entonces se teñía el cabello de negro como un artificio, inútil, para disimular la vejez. Y solo era capaz de lograr sus mejores tonadas sentado, y siguiendo las letras de sus canciones en papel.       
Quedaba atrás el tipo que compraba telas en el centro para caminar hasta el Obrero y dejarlas en las manos prodigiosas de Esnel Possu, el sastre que le cosía sus vestidos de colores. El tipo que en sus tiempos mejores se fumaba en el parque del barrio un buen ‘porrito’ de marihuana. Daniel Santos hizo de su música testamento: “en el juego de la vida al morir nada te llevas, vive y deja que otros vivan”.

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USO DE LAS TECLAS DE F1 A F12, BUENISIMO



       
Uno de los grandes “misterios” que tiene las computadoras, ya sean de escritorio o portátiles, la utilidad de algunas teclas. Muchas de las abreviaturas o denominaciones en los teclados son ignorados por la mayoría de los usuarios de los ordenadores.
Para salir de dudas, el portal Que.es ha realizado una lista divulgada por Globovisión, sobre los usos de las famosas teclas F. Conózcalos a continuación:
F1: Al usar esta tecla se abre una ventana de ayuda de la aplicación que se esté usando en ese momento. Si se está redactando un documento en Word, se activa la pantalla de ayuda de esta herramienta.
F2: Esta tecla es para ser usada exclusivamente con la aplicación Word, por cuanto tiene utilidad siempre y cuando  se pulse “cuando se tiene seleccionado un archivo de texto o carpeta de Word”, ya que permite cambiar su nombre directamente.
F3: Esta opción permite abrir el menú de búsqueda de los programas.
F4: Al pulsar esta tecla, al mismo tiempo que su homóloga ‘ALT’, se puede cerrar una página o aplicación.
F5: Esta opción permite refrescar una pantalla para actualizar con los últimos cambios.
F6: Esta es una tecla que combinada el botón shift, envía directamente al lugar donde se aloja la URL de la página abierta en ese momento.
F7: Para quienes elaboran muchos documentos, esta tecla activa una ventana para hacer una revisión ortográfica del archivo que se esté editando.
F8: Tiene doble utilidad. Primero permite seleccionar un texto de Word, pero si se mantiene pulsada mientras se enciende el computador, permite que éste se abra a modo de prueba de fallos.
F9: Es la única tecla que no tiene ninguna funcionalidad en Windows.
F10: Habilita el acceso a la barra de navegación de casi todos los programas.
F11: Maximiza la ventana del navegador, pero si prefiere la versión anterior, solo se debe volver a pulsar.
F12: Al digitar esta tecla, se abre el documento HTML justo en una ventana de al lado.

ISAIAS "LATIGO" CHAVEZ. BEISBOLISTA PROFESIONAL



Experiencia de jugador
• Debutó en las grandes ligas el 9 de septiembre de 1967 con los Gigantes de San Francisco.
• Venezolano número 15 en las mayores, 1967.
• En Venezuela fue Novato del año en la temporada 1964/1965.
• Vio acción por vez primera en nuestro país con Estrellas Orientales en la Temporada 1963/1964.
• Compartió con los equipos Estrellas Orientales (1963/1964) y Navegantes del Magallanes (1964/1965 la 1967/1968).
• En 5 temporadas ganó 19 y perdió 23, 1 salvado, 242 abanicados y 3.30 de efectividad.
• Estuvo en dos semifinales (1965/1966- Magallanes y 1966/1967-Valencia) y en 4 finales (1964/1965 y 1966/1967-Tiburones, 1965/1966-Valencia y 1967/1968- Leones).
• Falleció trágicamente en el accidente aéreo de VIASA en Maracaibo, el 16 de marzo de 1969.
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martes, 12 de abril de 2016

VICTOR-VITICO-DAVALILLO. BEISBOLISTA PROFESIONAL


         • Debuta el 9 de abril de 1963 con Indios de Cleveland. se convirtió en el octavo venezolano en las Grandes Ligas.
• Jugó con los Indios de Cleveland, 1963/1968, Ángeles de California, 1968/1969, Cardenales de San Luis, 1969/1970, Piratas de Pittsburgh, 1971/1973, Atléticos de Oakland, 1973/1974 y Dodgers de Los Ángeles, 1977/1980.
• Conectó 36 cuadrangulares, 329 carreras impulsadas y promedio de 279 puntos de average.
• Participó en un juego de estrellas, 1965.
• Guante de Oro, 1964.
• Campeón en Series Mundiales, 1971 (Pittsburg): 1973, Oakland, 1973 y Los Ángeles, 1977 y 1978.
Experiencia en Venezuela
• En Venezuela debutó en 1957/1958 con Leones del Caracas, jugando además con Defendió los colores Tigres de Aragua e híbrido de Portuguesa.
• Entre sus números están, mejor promedio ofensivo de por vida (325), Inatrapables (1.505), Turnos al bate (4.633), Carreras anotadas (668) y Dobletes (191).
• Líder or temporadas en Carreras anotadas, 62/63 (33) y 70/71 (41, Hits conectados, 63/64 (72); 64/65 (81): 67/68 (90) y 79/80 (100), Dobles, 62/63 (16), Triples, 67/68 (7) y 68/69 (7), Bases Robadas, 63/64 (21); 65/66 (16) y 71/72 (11) y Average, 62/63 (400); 63/64 (351) y 67/68 (395).
• Campeón en Venezuela con Leones del Caracas en 6 temporadas.
• Salón de la Fama del béisbol venezolano, 2003.
• Hijo Ilustre de la ciudad de Cabimas.
• El estadio Municipal de Cabimas fue bautizado con su nombre.
• Participó en 3 temporadas en el béisbol mexicano.
• Orgullo de los Cabimeros.
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