miércoles, 13 de abril de 2016


La huella que Daniel Santos dejó en Cali

 | Autor: 
En 10 fotografías: Daniel Santos y su 'Linda' Luz Dary Pedredín en Cali
Se llama Luz Dary Padredín y Daniel le llevaba casi 38 años. La pareja se casó en Ecuador. Hoy, en los cien años de su natalicio, recordamos al 'Inquieto Anacobero' en sus visitas a la ciudad y sus encuentros con su amor caleño, con quien tuvo dos hijos.
Fotografía: Archivo fotográfico de El País
“Llegó El Jefe”, escuchó el muchacho que gritaron desde el fondo de la sala cuando detrás de la puerta del taxi negro, que recién había apagado su motor, apareció la figura del hombre de rizos caribes y bigotes bien cuidados que tantas veces él había visto    impreso en carátulas de Lp.   
Corría 1964 y ese muchacho, Carlos Molina, vivía con sus hermanos y sus padres en una modesta casa de la Carrera 11. Aquella visita resultaba un asunto de justicia poética: justo allí, en las entrañas del barrio Obrero y sus sórdidas cantinas, había comenzado a  escucharse con devoción en Cali la voz de trueno del tipo que esa tarde llegaba de visita: Daniel Santos.
El puertorriqueño ya era para entonces un hombre atildado. En Cali habían aprendido a escucharlo desde los boleros apretados que grabara con el conjunto de Pedro Flores. Porque ocurría que en esas  cantinas muchos desaguaban el corazón de tantas palabras por decir con canciones como  ‘Esperanza inútil’, donde una flor de desconsuelo “persigue en la soledad”. 
Otros entendían de qué se trataba eso  de que en el juego de la vida “juega el pobre, juega el rico”. Y otros más, presa de los malos amores, se preguntaban entre copas “Señor cartero, ¿no hay nada para mí?”, porque así también lo hacía Santos en su clásica ‘Linda’.
La liturgia era similar  cada vez que ‘Margie’, ‘Virgen de Medianoche’, ‘Perfidia’ y, claro, ‘Despedida’ giraban en las vitrolas. O cuando los más gozones recordaban los tiempos en tiempo de guaracha que la Sonora Matancera ayudó a escribir al son  del Tíbiri Tábara.           
Carlos recuerda con nitidez esos años. Y los evoca, medio siglo después, en la pausa de un recorrido que hace a menudo en otra casa, también del Obrero. La suya. Fue aquí donde fundó lo que le dio por llamar El Museo de la Salsa, un santuario tapizado con cinco mil fotografías de artistas de ese género y otros del Caribe, en varias de las cuales saluda ‘El inquieto anacobero’. 
...Daniel Santos durante un concierto en el Evangelista Mora. Santos empuñando una botella de whisky mientras entona ‘Vive como yo’. Santos afinando un piano minutos antes del concierto con el que celebrará en el Teatro Municipal  los 50 años de la Sonora Matancera. Santos, años 70, durante un concierto del Hotel Aristi. Santos, vestido de camisa vino tinto, sentado a placer en esa casa del Obrero, después de tomarse el cafecito que doña Irma Salas, madre de Carlos, le servía cada vez que la visitaba...
“Es que Daniel quería mucho a Cali”, cuenta Carlos, en otra pausa de ese recorrido en el que enseña, orgulloso, las imágenes que atesora en su museo.
“La primera vez que vino a Colombia fue en el 53 —sigue narrando Carlos—. Llegó a Barranquilla y allá conoció a Armandito, mi hermano, que se había ido para probar suerte como músico. Daniel le tomó cariño y convirtió a mi hermano en su hombre de confianza; le compraba el periódico, los cigarrillos, y con los años hasta le ayudaba a cobrar el dinero de las presentaciones”.
Una década más tarde ocurriría entonces el encuentro aquél. “Llegó el jefe”, gritó la mamá de Carlos, quien esa misma noche, por invitación del ‘Sinatra del bolero’ —como llegaron a llamarlo— fue a parar al Club Latino, en la Calle 8 con  1, uno de los sitios en los que solía presentarse  cuando incluía a  Cali en sus giras por Colombia.
Aquí, durante una presentación  en el Coliseo Evangelista Mora, el 7 de diciembre de 1980.<br>Carlos Molina / Museo de la Salsa de Cali.
Aquí, durante una presentación en el Coliseo Evangelista Mora, el 7 de diciembre de 1980.
Carlos Molina / Museo de la Salsa de Cali.
Otras veces solía vérsele en el Teatro Belalcázar, en la Calle 10 con 21, o en Los Años Locos, templo rumbero que se alzaba contiguo a la clínica Imbanaco. En todos esos lugares el ritual era siempre igual: Daniel Santos pedía que le acondicionaran sobre el escenario una mesita vestida de mantel blanco y sobre ella un vaso  y una botella de whisky  Johnnie Walker.   Solo después de que se empujaba un primer trago largo, comenzaba a cantar. 
Sería en una de esas presentaciones, el 26 de diciembre de 1971, cuando El Jefe conocería a la adolescente caleña que convertiría en su esposa. 
Armando Molina, quien vive hoy en Miami, conserva nítido el recuerdo de esa noche:  Daniel Santos se presentaba en la Caseta Panamericana, por los lados de la Roosevelt con 39, cuando en medio del público advirtió los aplausos  de una jovencita de 16 años, piernas de reina y cabello negrísimo. “Pidió que se la buscara  para que la llevara hasta el camerino. Y con mi hermano Carlos nos fuimos por toda la caseta hasta dar con ella, se llamaba Luz Dary Pedredín y Daniel le llevaba casi 38 años”. 
La muchacha no solo terminaría almorzando con él al otro día; en los meses siguientes caminaría hasta la casa de los Molina, casi a diario, para aguardar por las palabras de amor que le regalaba Santos en sus llamadas  desde Puerto Rico. Y la cosa siguió así hasta que, un año más tarde, se casaron en Ecuador para luego partir desde allí hacia la isla que encendió desde muy joven en El Jefe ese nacionalismo que dejó en canciones como ‘Fuera yankee’: “De aquí son los cuchifritos, la batata y el coquí; los que dicen ¡ay bendito!, esos sí que son de aquí (...) Fuera yankee go home, fuera yankee”.


La relación duraría muy poco. Solo cuatro años. Pero los suficientes como para que los hijos de ese breve matrimonio cultivaran para siempre un gran cariño por el artista. Quien lo cuenta es David. El hermano de Danilú. Ambos nacieron en Puerto Rico, pero tras la separación de sus padres vivieron buena parte de su niñez y adolescencia en Cali.
Era acá donde se veían con su padre. “Casi siempre en el Hotel Intercontinental. Estuvo muy pendiente de nosotros. A veces iba a Cali no necesariamente porque tuviera una presentación”, cuenta David, quien dice lamentar esa versión distorsionada, de hombre mujeriego y bohemio, que se ha construido alrededor del Inquieto Anacobero.    
Cierto o no, quienes lo conocieron en Cali dibujan a un hombre con sus luces y sus sombras. Que lo mismo era elegante y conversador, que malgeniado y conquistador insobornable. Que su corazón era tan dulce como para apadrinar a Jazmeli, la hija de Armando Molina. Pero también tan vanidoso como para dejar botado un concierto solo porque sentía que habían intentado opacarlo. 
Fiel a una de sus canciones, ‘Vive como yo’: ”Yo quiero, cuando me muera, tener la botella en la mano”.<br>Archivo de El País.
Fiel a una de sus canciones, ‘Vive como yo’: ”Yo quiero, cuando me muera, tener la botella en la mano”.
Archivo de El País.
Lo vivió el propio Carlos, el del Museo de la Salsa, una noche en que acompañó a Santos a una presentación en Los Años Locos. “Cuando vio el cartel de la entrada leyó que decía ‘Mano a Mano Orlando Contreras y Daniel Santos’. ¡Imagínese eso! El nombre de Orlando escrito primero que el suyo. Contreras terminó presentándose solo porque Daniel se devolvió para el hotel. Tenía un ego muy grande”.
Poco de eso conocía quizás la Cali guarachera que  adoró  a Daniel Santos y q ue lo acompañó hasta su último concierto en esta ciudad, en 1991, en el Teatro Municipal, acompañado de un bastón que le servía para esconder la incertidumbre de sus pasos. Daniel para entonces se teñía el cabello de negro como un artificio, inútil, para disimular la vejez. Y solo era capaz de lograr sus mejores tonadas sentado, y siguiendo las letras de sus canciones en papel.       
Quedaba atrás el tipo que compraba telas en el centro para caminar hasta el Obrero y dejarlas en las manos prodigiosas de Esnel Possu, el sastre que le cosía sus vestidos de colores. El tipo que en sus tiempos mejores se fumaba en el parque del barrio un buen ‘porrito’ de marihuana. Daniel Santos hizo de su música testamento: “en el juego de la vida al morir nada te llevas, vive y deja que otros vivan”.

CONTINÚA LEYENDO


USO DE LAS TECLAS DE F1 A F12, BUENISIMO



       
Uno de los grandes “misterios” que tiene las computadoras, ya sean de escritorio o portátiles, la utilidad de algunas teclas. Muchas de las abreviaturas o denominaciones en los teclados son ignorados por la mayoría de los usuarios de los ordenadores.
Para salir de dudas, el portal Que.es ha realizado una lista divulgada por Globovisión, sobre los usos de las famosas teclas F. Conózcalos a continuación:
F1: Al usar esta tecla se abre una ventana de ayuda de la aplicación que se esté usando en ese momento. Si se está redactando un documento en Word, se activa la pantalla de ayuda de esta herramienta.
F2: Esta tecla es para ser usada exclusivamente con la aplicación Word, por cuanto tiene utilidad siempre y cuando  se pulse “cuando se tiene seleccionado un archivo de texto o carpeta de Word”, ya que permite cambiar su nombre directamente.
F3: Esta opción permite abrir el menú de búsqueda de los programas.
F4: Al pulsar esta tecla, al mismo tiempo que su homóloga ‘ALT’, se puede cerrar una página o aplicación.
F5: Esta opción permite refrescar una pantalla para actualizar con los últimos cambios.
F6: Esta es una tecla que combinada el botón shift, envía directamente al lugar donde se aloja la URL de la página abierta en ese momento.
F7: Para quienes elaboran muchos documentos, esta tecla activa una ventana para hacer una revisión ortográfica del archivo que se esté editando.
F8: Tiene doble utilidad. Primero permite seleccionar un texto de Word, pero si se mantiene pulsada mientras se enciende el computador, permite que éste se abra a modo de prueba de fallos.
F9: Es la única tecla que no tiene ninguna funcionalidad en Windows.
F10: Habilita el acceso a la barra de navegación de casi todos los programas.
F11: Maximiza la ventana del navegador, pero si prefiere la versión anterior, solo se debe volver a pulsar.
F12: Al digitar esta tecla, se abre el documento HTML justo en una ventana de al lado.

ISAIAS "LATIGO" CHAVEZ. BEISBOLISTA PROFESIONAL



Experiencia de jugador
• Debutó en las grandes ligas el 9 de septiembre de 1967 con los Gigantes de San Francisco.
• Venezolano número 15 en las mayores, 1967.
• En Venezuela fue Novato del año en la temporada 1964/1965.
• Vio acción por vez primera en nuestro país con Estrellas Orientales en la Temporada 1963/1964.
• Compartió con los equipos Estrellas Orientales (1963/1964) y Navegantes del Magallanes (1964/1965 la 1967/1968).
• En 5 temporadas ganó 19 y perdió 23, 1 salvado, 242 abanicados y 3.30 de efectividad.
• Estuvo en dos semifinales (1965/1966- Magallanes y 1966/1967-Valencia) y en 4 finales (1964/1965 y 1966/1967-Tiburones, 1965/1966-Valencia y 1967/1968- Leones).
• Falleció trágicamente en el accidente aéreo de VIASA en Maracaibo, el 16 de marzo de 1969.
Me gusta
Comentar
     

martes, 12 de abril de 2016

VICTOR-VITICO-DAVALILLO. BEISBOLISTA PROFESIONAL


         • Debuta el 9 de abril de 1963 con Indios de Cleveland. se convirtió en el octavo venezolano en las Grandes Ligas.
• Jugó con los Indios de Cleveland, 1963/1968, Ángeles de California, 1968/1969, Cardenales de San Luis, 1969/1970, Piratas de Pittsburgh, 1971/1973, Atléticos de Oakland, 1973/1974 y Dodgers de Los Ángeles, 1977/1980.
• Conectó 36 cuadrangulares, 329 carreras impulsadas y promedio de 279 puntos de average.
• Participó en un juego de estrellas, 1965.
• Guante de Oro, 1964.
• Campeón en Series Mundiales, 1971 (Pittsburg): 1973, Oakland, 1973 y Los Ángeles, 1977 y 1978.
Experiencia en Venezuela
• En Venezuela debutó en 1957/1958 con Leones del Caracas, jugando además con Defendió los colores Tigres de Aragua e híbrido de Portuguesa.
• Entre sus números están, mejor promedio ofensivo de por vida (325), Inatrapables (1.505), Turnos al bate (4.633), Carreras anotadas (668) y Dobletes (191).
• Líder or temporadas en Carreras anotadas, 62/63 (33) y 70/71 (41, Hits conectados, 63/64 (72); 64/65 (81): 67/68 (90) y 79/80 (100), Dobles, 62/63 (16), Triples, 67/68 (7) y 68/69 (7), Bases Robadas, 63/64 (21); 65/66 (16) y 71/72 (11) y Average, 62/63 (400); 63/64 (351) y 67/68 (395).
• Campeón en Venezuela con Leones del Caracas en 6 temporadas.
• Salón de la Fama del béisbol venezolano, 2003.
• Hijo Ilustre de la ciudad de Cabimas.
• El estadio Municipal de Cabimas fue bautizado con su nombre.
• Participó en 3 temporadas en el béisbol mexicano.
• Orgullo de los Cabimeros.
Me gusta
Comentar

martes, 5 de abril de 2016

VICTOR JOSE MORILLO. EL TRICOLOR VENEZOLANO.6-8- 21932- --ABRIL 2016


         

Biografía de Víctor Morillo

Víctor José Morillo "El Tricolor de Venezuela"

Con su madre Cristina Morillo
Nació en la Caracas de los techos rojos el 26 de agosto de 1932, oficialmente como artista debutó en 1953 en el Club del Ministerio del Trabajo en los jueves culturales, se inició en el teatro por el Pasaje San José de la Parroquia San Juan en Caracas, grabó por primera vez en 1954 versos del folclore que se agotaron rápidamente en aquellos tiempos (simultaneo al programa estelar radiofónico “Brindis por Venezuela”), en este programa desfilaron en vivo grandes leyendas venezolanas como: Juan Vicente Torrealba (a la izquierda), El Indio Figueredo, Simón Díaz (en la gráfica derecha junto a Victor Morillo y el cantante boricua Chucho Avellanet), Mario Suárez, Adilia Castillo,. El Carrao de Palmarito, Eneas Perdomo, Perucho Conde, Magdalena Sánchez y otros tantos que llenarían una larga lista.

Su sangre guajira
La historia de Víctor Morillo es difícil redactar en una cuantas cuartillas por lo extenso de su vida artística, sus vivencias y testimonios como ser humano. Por ejemplo como la ocasión de la llegada de las tropas rebeldes a La Habana procedentes de la Sierra Maestra, entre quienes se encontraban: Fidel Castro, El Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida y otros héroes mitológicos de aquel proceso revolucionario. Morillo se presentó en la Plaza de la Libertad ante aproximadamente - sin exagerar - un millón de personas (y todos estos personajes presentes) quienes un año anterior en 1958 sintonizaban los recitales en plena guerra contra Batista y uno de los números “El Relámpago de Sierra Maestra” era una apología al Comandante Castro.

El Tricolor recorrió muchas veces toda la América, Europa y otros tantos países del mundo dejando en alto el nombre de Venezuela, se presentó y aún hasta el (2007) antes grandes figuras del escenario como: Celia Cruz (gráfica de la derecha), Pedro Vargas, Tito Rodríguez, Bobby Capó, Leo Marini (en la gráfica izquierda), Dimensión Latina, José Luis Rodríguez, Alfredo Sadel, etc...Recibió grandes elogios de grandes figuras venezolanas, entre ellas Rómulo Gallegos (escritor), Don Tito Salas (pintor), Miguel Otero Silva (escritor), Mateo Manaure (pintor), Yolanda Moreno (bailarina), Manuel Rodríguez Cárdenas (poeta), Luis Mariano Rivera (autor y poeta popular), Curro Girón (torero) y muchos más...
Como gremialista ha realizado grandes logros al quehacer musical venezolano, dirigió y creó gremios de folkloristas venezolanos, directivo del sindicato de radio televisión, distintas organizaciones en la rama de artistas, logros tangibles como La Casa del Artista, el decreto del 1X1 que da importancia a la identidad nacional y actualmente miembro de la directiva de la Sacven (Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela). Víctor Morillo también ha sido un creador y se le recuerda muy especialmente en el repertorio musical venezolano por su obra “El Brujo” junto al maestro Billo´s (gráfica izquierda): “Por ti, por tu casa, por lo que esperas...fuera satanás yo digo lo que veo...” su participación en el conocido relato llanero El Silbón: “No vayas para la fiesta, te dijeron Juan Hilario que en tierras de Portuguesa va un espanto desandando...” entre otras grandes grabaciones que se le conocen a El Tricolor de Venezuela con una trayectoria de 55 años de vida artística es y será siempre el gran declamador que haya parido Venezuela.


(Datos de la autobiografía y testimonios de Víctor Morillo, El Tricolor de Venezuela 50 años de entrega espiritual a su pueblo – 2003)

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Los inicios de Víctor Morillo en la declamación


Con frecuencia mis amigos, mis “hermanos”, suelen preguntarse cómo y por qué me inicié en la declamación. Todo ocurrió de la manera más sencilla. En cierta oportunidad en el Retablo de Maravillas se hizo una reunión de evaluación artística. Para ese momento yo cantaba, hacia danza y tocaba instrumentos de percusión. La verdad es que hasta entonces no había mostrado mayor inclinación o interés especial hacia la poesía o la declamación. Pero ocurrió que fue montada una estampa titulada “Fiesta en Barlovento”, con música del Maestro José Reyna, en cuya parte central se insertaba un poema del doctor Manuel Rodríguez Cárdenas, titulado “Habladurías” cuya interpretación me fue asignada. Lo hice muchas veces y, al parecer gustó mi forma de recitar.

El doctor Rodríguez Cárdenas, siempre apasionado y siempre amante de la perfección, comenzó a motivarme hacia la poesía, a lo que se unió el eminente profesor Allas, esposo de la profesora Cecilia López, a quienes debemos tanto los artistas populares venezolanos. El profesor Allas, un “verdugo para las cosas buenas”, me encauzó pedagógicamente. Viví muchas horas de duros ensayos, de aprendizaje, de reconvenciones. De protestas silenciosas de mi parte, porque como una regla inviolable en el Retablo de Maravillas no se admitía quejas ni negativas de parte de los aspirantes a participar como artistas en cualquiera de las especialidades. Allí las cosas se hacían bien o mejor…y punto. Cero complacencias. Cero favoritismo. Cero impertinencias. Nada de “vedetismo”. Calidad y sólo calidad, eran el lema y la meta. Ahora, a tantos años de aquellos momentos de mi vida, valoro en toda su magnitud cuanto me ayudaron los consejos y las clases recibidas de Luis Peraza “Pepe Pito”, bajo cuya dirección llegué a participar en la obra teatral “La ardiente oscuridad” de César Vallejo.


Una vez dedicado en firme a la declamación, progresivamente me fui apasionando por ella. Procuré aprender y mejorar hasta mi feliz encuentro con el fenómeno cubano Luis Carbonell “El Acuarelista de la Poesía Antillana” (foto de la derecha), quien visitó a Venezuela a comienzos de la década de los años cincuenta. Su presencia y su magia artística representaron para mi una enorme inyección espiritual, la llamada que mi alma esperaba, la posibilidad de dar libertad al mundo de sueños que se agitaba en mi interior, de liberación de los que sentía al interpretar los versos, de consolidación de lo que ya había sembrado en mi sensibilidad el incomparable Balbino Blanco Sánchez, nuestro monumental declamador desaparecido, quien en mi modestia opinión fue y sigue siendo el más valioso declamador producido por esta tierra en todos los tiempos, a cuyo lado debuté oficialmente, en un recital completo, presentado por Víctor Alberto Grillart para los jueves culturales del club del Ministerio del Trabajo en 1.953, lo que dio inicio a una relación fraternal que sólo interrumpió la muerte. Sobre el escenario, como los gallos buenos, nos dimos siempre con las espuelas al máximo, pero en la vida de todos los días nos quisimos y respetamos con gran intensidad y pureza, porque nos tocó sufrir las mismas privaciones, las mismas incomprensiones, las mismas negaciones e incluso, la misma pobreza material y falta de oportunidades.